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La salud mental es una dimensión relevante en la educación superior, siendo un tema indispensable a promover para mejorar la calidad de vida estudiantil. Conversamos con la Subdirectora de Desarrollo Estudiantil de la Universidad del Biobío, Andrea Fuentes, para comprender el estado actual de avance realizado por las universidades del CUECH.

En qué momento la salud mental emerge en las comunidades universitarias como un ámbito necesario a visibilizar y abordar? y ¿en qué nivel se encuentran en relación a la situación general del país

La salud mental juvenil en general ha sido un tema súper importante hace varios años, la pandemia específicamente vino solamente a intensificar y agregar algunos elementos un poco más particulares frente al abordaje, pero esta temática está siendo vista por las universidades con fuerza hace muchos años.

Esto debido a que existe una prevalencia de los problemas de salud mental que son mayores en estudiantes universitarios, en comparación con la población general. En ese sentido nos podemos situar que los chicos y chicas, cuando los recibimos en nuestra universidades, se encuentran en un ciclo vital un poco complejo porque están en el tránsito de la adolescencia hacia la adultez, es un proceso adaptativo que puede generar algún tipo de problemática a nivel de salud mental.

¿En qué espacios se empezó a hablar de salud mental en las universidades estatales?

Los espacios donde se comienza a discutir esto son en las Unidades de Asuntos Estudiantiles y similares. En específico, acá en nuestra Universidad del Biobío, quién se hace cargo del tema de prevención y promoción de la salud mental es la Dirección de Desarrollo Estudiantil, con la idea de poder generar un trabajo de manera más integral al estudiante, no solamente psicológico, sino también a nivel a nivel social, médico, a nivel de prevención y promoción.

¿Se han levantado estudios comparados entre las instituciones estatales?, ¿qué dato relevante o significativo sería importante socializar?

Existen iniciativas permanentes de las universidades en general, esto va desde diagnósticos levantados desde las direcciones de desarrollo estudiantil, desde programas, centros de salud, todas las universidades tenemos estructuras distintas, pero apuntando al mismo norte.

Ahora todo apunta a ir visualizando cuáles son las mayores problemáticas que están teniendo nuestros estudiantes dentro de la universidad y si están asociadas a lo académico, porque desde ahí nosotros podemos sacar insumos para ir conciliando y poder aportar en que no seamos un factor negativo para la salud mental de los chicos y chicas.

En estos diagnósticos nacionales podemos visualizar los síntomas más comunes asociados a salud mental en nuestros jóvenes, los cuales están vinculados a la depresión, el consumo problemático de alcohol y últimamente también se ha visualizado un incremento en los trastornos de alimentación.

En ese sentido, la pandemia pone de manifiesto estas situaciones, nos instala como un gran tema social nacional la importancia de la salud mental. ¿Cómo se aborda la salud mental de manera remota?, ¿qué acciones se tuvieron que tomar? y ¿qué medidas paliativas o de acompañamiento se pudieron generar?

Las universidades en general tuvieron que hacer un gran esfuerzo, lo primero fue poder sostener de alguna manera todo lo académico a nivel virtual, sin embargo, tampoco se pudo dejar de lado el bienestar de los estudiantes para que pudieran tener un proceso de formación lo más adecuado posible. Entonces tuvimos que empezar a reformular todos los procesos, toda la oferta de acompañamiento estudiantil.

En específico pudiese comentar un poco lo que se realizó en la Dirección de Desarrollo Estudiantil de nuestra Universidad. Esto no fue fácil, porque si bien nosotros veíamos que a nivel estudiantil estaba siendo complicado, todas y todos nosotros como profesionales también estábamos viviendo el mismo contexto de miedo generado por esta crisis sanitaria.

Entonces igual tratamos de hacer esto con todo el profesionalismo del mundo y pudimos generar algunas estrategias para dar acompañamiento de forma telemática. Empezamos a darnos cuenta de que teníamos aliados, porque siempre veíamos a las redes sociales como algo un poco lejano, pero nos dimos cuenta que era una forma muy efectiva de llevar información de una forma más ágil, oportuna, porque los chicos y chicas se manejan mucho en redes sociales y utilizan bastante tiempo en estar ahí, entonces lo tomamos como una guía.

Otro punto fue desarrollar una línea de trabajo permanente, por ejemplo, talleres,  workshops, seminarios,  charlas a través de plataformas virtuales. El zoom fue un aliado, pero antes no lo conocíamos, tuvimos que capacitar a nuestros nuestros profesionales para poder entregar este tipo de acompañamiento telemático.

También realizamos la instalación de un número de atención gratuita, yo sé que varias universidades también dispusieron este canal directo, pero aquí quiero destacar, además de la entrega de información sobre beneficios, atención social, teníamos el número de contacto para atender en situaciones en crisis. Si un estudiante, se sentía agobiado, tenía algún tipo de crisis emocional, podía llamar inmediatamente a esta línea y ser atendido por algún profesional en el momento, eso tuvo muy buena evaluación.

Recuerdo también que hicimos un esfuerzo para fortalecer la atención psicológica, que fuera a nivel telemático, porque comenzamos a tener este aumento de estudiantes que cada vez más necesitaban un apoyo emocional, considerando que estaban en confinamiento, muchos de ellos no estaban en una situación muy favorable dentro de sus hogares, de hecho la universidad era un factor protector, entonces tratamos de apoyar en ese sentido.

Otro punto relevante fue fortalecer la red externa de salud, como nosotros estábamos trabajando de manera virtual tuvimos que fortalecer muchos vínculos con la Seremi, con los CESFAM, el resto de los servicios de salud, para que los estudiantes también pudiesen ser atendidos de manera pertinente.

¿Cómo las universidades estatales, en este caso la Universidad del Biobío, han abordado desde el punto de vista de la salud psicosocial este retorno de la presencialidad?

Por un lado, las universidades han hecho un esfuerzo por continuar con este desarrollo de una línea de prevención y promoción en salud mental, junto con la utilización de las plataformas virtuales como medio de apoyo continuo.

Igual ha sido complejo, hay que considerar que todos y todas volvimos a tener un proceso de adaptación que no estuvo exento de temores. Todavía estaba el miedo al contagio o lo que han mencionado muchos investigadores, el salir de mi espacio vital de seguridad para volver a enfrentarnos con un exterior que hasta este momento era también peligroso.

Entonces, en ese sentido, nuestro foco de atención es seguir con la prevención y promoción, porque esta línea de acción es muy amplia. De hecho, a nivel de universidad, lo que lo que hemos querido hacer es poder fortalecer la vinculación

Entonces estamos tratando de generar muchas acciones al aire libre, donde de a poco los estudiantes puedan ver una universidad abierta, una universidad viva, en donde se vuelvan a recuperar los espacios de compartir, de vernos. Porque al final esto también tiene que ver con recuperar la capacidad socialización y apoyo, de ir generando redes que no teníamos en la pandemia.

Después de haber vivido dos años de pandemia y prácticamente un año completo de presencialidad, ¿Cuál es el balance que se hace hoy?

Yo creo que todavía vamos a seguir un tiempo en esta etapa de adaptación, y esta tiene que ver a nivel emocional y cómo yo me veo como estudiante dentro de una institución que quizás aún no conozco.

Hay un fenómeno que nosotros llamamos los tres cursos de mechones, tenemos a los que entraron este año a la universidad y a los estudiantes de segundo y tercero que ingresaron en pandemia. Ellos no conocían la universidad físicamente, no conocían a sus compañeros y compañeras, a sus docentes, a los funcionarios, administrativos. O sea, tenemos tres cursos de todas las carreras que están recién entrando a la universidad, ese proceso de adaptación igual va a ser un poco más lento.

Teniendo en cuenta eso, nuestras estrategias seguirán en torno a apoyar este proceso adaptativo, que nuestro foco no se vaya perdiendo y poder generar un acompañamiento pertinente.

Finalmente, ¿cuál es el siguiente paso a dar por parte de las universidades estatales para avanzar en torno a la salud mental?

Tenemos muchos desafíos por abordar dentro de la universidad, pero yo lo quiero englobar en uno grande y que es fundamental, si queremos seguir avanzando de raíz, es necesario que la salud mental sea abordada de manera triestamental.

O sea, que todo apunte a que nuestras universidades sean instituciones de bienestar, que nosotros seamos factores protectores para la salud mental, para estudiantes, funcionarios y académicos. Esto resolvería muchas cosas que nosotros abordamos de manera separada. Por ejemplo, si tratamos de trabajar con estudiantes la sintomatología del estrés, pero sabemos que muchas veces la sintomatología la gatilla un proceso académico, ¿cómo articular eso?, solamente realizándose con una política que sea efectiva, pero a nivel triestamental, eso es fundamental, ese es nuestro principal desafío.